Estaba leyendo Noches Blancas, de Fiodor Dotoievsky, cuando llegó, atolondrada como siempre.
Estaba tensionada.
Como si hubiese sabido que hacía cuatro días que no podía dormir.
Los fines de semana suelen ser caóticos, para la gente como ella.
Se sentó y automáticamente prendió un cigarrillo, no sin antes convidarme.
Para lo que yo esperaba de mi lunes, eso era demasiado. El mal humor me inundaba.
Y ella, ansiosa.
Después de unos cumplidos me lo dijo.
Sus ansias de protección inigualable. La que había perdido. La que había rechazado hace algunos meses, porque ya no le agradaba.
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Necesito hablar con mi psicólogo. Porque con is amigas nopuedo hablar. Ellas son tan enredadas como yo. (risas).
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El, vivía lejos. La atormentaba su presencia en la ciudad cuando vivía la mitad del tiempo afuera. No era algo razonable, pero hacía que se vuelva la chiquilina que había sido, hace casi 15 años.
Ahora su vida era diferente, pero en su esencia seguía preguntándose qué era lo que en verdad buscaba para ella.
Y la vi, la escuché. Me refleje en ella dentro de 15 años.
Hacía mucho no me pasaba. Y confieso que es la primera vez que me pasa con una mujer. Real, reflejo real, no sueños.
Allá estaba ella. Sin nadie a quien cuidar. Contra eso había luchado toda su vida. Independencia. Lujo. Amigos. Fiestas. Filosofía, y un pasado de códigos y tratados.
En su mirada me reflejaba. Con sus poblemas imaginada plagada mi adultez.
Y él, dando vueltas en su cabeza. El que no hacía más que crear un amor adolescente.
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Y le dije que no, no iba a salir con él, un jueves. Me fui a una fiesta con mis amigas. Y en la fiesta, me lo encontré. Traté de respaldarme el un amigo, que conozco hace mil, con el que no hay onda y está todo bien, para no tentarme de ir a buscarlo. Estuve ahí, pero no era lo mismo. El estaba con amigos, y me puede. Antes de irme lo fui a buscar, y me fui con él. Soy una chiquilina, no puedo creer que a los 35 siga haciendo eso.
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La charla duró hasta que llegó mi ex. Ella, tan simpática.
No puedo creerla a veces. Es tan casual.
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