Se sentó en la cama y pensó en que veinte años atrás quizás lo hubiese superado. Tenía sesenta años. Una casa enorme y vacía. Sus hijos con hijos, lejos. Y el hombre de toda su vida, luego de plantearle la necesidad de la separación, tomó sus cosas y fue tras lo mejor para él. Las lágrimas caen desesperadas.
Llorás por los amantes que ya no vas a poder tener.
Por el hombre que te traicionó.
Llorás por la frustración.
Porque no encontrás justificación alguna.
Llorás porque siempre te imaginaste muriendo a su lado.
Por la pasión que nunca se acabó... pero con ella no basta.
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