Clara llegó tiró la cartera en un sillón de un cuerpo, se sacó las botas, se tiró sobre el futón. Apagó el cigarrillo en un cenicero que estaba en el apoya brazo. La luz de la noche entraba por la ventana, y también el ruido del tren que pasaba dos cuadras. Sonó el teléfono. Todo el living mantenía las cajas y los canastos de la mudanza. Buscó el inalámbrico entre los almohadones
- Hola?- ¿Cómo estás nena? ...¿No venís?... No la gorda no viene se va a la casa de este chico nuevo, no se como se llama... No se si tengo ganas de ir hasta palermo... Dale me fijo... besito.
Desde la casita nueva al trabajo eran 20 minutos no más. Los años en Paris, los novios en Istambul, las amigas de siempre. Pensó armar un faso que había dejado el amiguito de Cata. Pero Cata seguro lo había tirado. Dicho y hecho lo buscó y no lo encontró por ningún lado. Prendió el equipito de música le enchufo el ipod, comenzó a sonar Noir Desir, más específicamente Le vent nous portera. De una caja sacó una copa toda envuelta en papel de diario. Desenvolvió. De la cartera sacó un vinito que le habían regalado unos canas amigos que la tienen ahí arriba para que no los tenga tan cortos. Inmediatamente pensó en Louis y en que no tenía ganas de que venga a visitarla. Clara nunca creyó en las relaciones a distancia, ni en la amistad entre el hombre y la mujer, nunca creyó más que en Dios y en la justicia que ella podía lograr en su país...
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