viernes, 5 de septiembre de 2008

confesion

Me dijiste que te habías dado cuenta de algo y me corriste la cara.
Tanto tiempo habías estado esperado que buscara rozar tu boca aunque sea por unos segundos.
Nada hubiese podido cambiar las cosas. De todas formas hubiéramos terminado así.
Recuerdo esos instantes en que perplejos mantuvimos nuestras miradas como esperando pasar del otro lado. El abismo de no comprender lo que se hace, lo que se calla, lo que se juega. El ardor del fuego que nos entrega, nos destruye, nos convierte en cenizas.
Dejaste la puerta para sentarte en mi mesa.
Como un espectador que no se gobierna, forzaste una situación en la que nadie quería estar inmerso.
Nos dejamos.
Y, sin embargo, algo pasó, algo que corrió el velo de nuestra miseria, de nuestro egoísmo y nuestra maldad. Desde la otra cara de la moneda puedo verte tan ingenuo. Sin el dolor que ya antes fue provocado en mi otro yo. Pero esa vez, no me involucre en tu discurso y solo quería ver mi sol.
Hoy te llamo y nadie contesta.
Quizás tarde en reconocer que lo que me alejó de vos fue el miedo de que pienses que solo era otra blonda.

1 comentario:

rosaura dijo...

a veces mejor pensar que las cosas pasan por algo.