La tranquilidad del hogar, la paciencia de la soledad. Medito sobre la costumbre. Me opaco en el sentimiento placentero de la rutina. Establezco las bases para la ruta que se impone. Una vez más, cuando todo es silencio, espero. Me someto a mi propia indagatoria. Cuento los hechos, tal como los viví. Comparto la huida, el rechazo, la angustia, el perdón, el castigo. Me objetivizo para perderme luego, de nuevo, en mi individualidad. Un pasaje extraño al acto. Un recorrido magnífico donde las palabras producen la verdad. Horizonte claro e inalcanzable. Muda y con los ojos bien abiertos.
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