miércoles, 3 de noviembre de 2010

Arrête.

Estaba sentada esperando mi café. Alrededor todos cantaban la rutina de sus vidas. Un libro elegido al azar pero con convicción, se dejaba entrever entre mis cosas. Un pasaje, dos mundos, una misma vida. La esencia de mi viaje se perpetraba en cada esquina. Un motivo, o quizás dos, no me dejaban en paz. Esa tarde decidí alejarme. Decidí dejar todo atrás. Un dinamismo que no me caracteriza me había atrapado. En una hoja del diario del subte había anotado esa mañana: menos mal que la mañana canta. Una hora estaba bien. Suena el teléfono. Atiendo. Pago mi café, dejo un par de monedas de propina y el diario matutino. J’ y vais.

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