Estamos sentados: vos de frente a la barra y yo de espaldas. Mesa de dos, y nos queda chica. La puerta de entrada (o salida) atrás a mi derecha, pero lejos. Como a tres mesas al lado nuestro (a tu derecha) una pareja, sentada en mesa de cuatro, pero no enfrentados, ni al lado, sino en diagonal (remarcaste). Son las doce menos cuarto de una noche de jueves en un barrio del corazon de Paris, o por ahí. El, de unos 70, con un expresso y un vaso de agua. Ella, de unos 50 con una media pinta. Ella lo mira fijo a los ojos, su menton apoyado en la mano derecha (remarqué), y levantaba las cejas cada tanto. El concentrado, sobre su café. Como eran un poco mayores para ese bar, pero sobre todo, como para la primera cita somos demasiado niños, jugamos un rato. Para mi, dos desconocidos. Ella habia elegido su lugar al azar, y habia pedido una cerveza que la despejara después de un día largo, aunque sin mucho contenido. Lo miraba como si lo conociera, seguro le hacía acordar a alguien. Para vos, una pareja de años. Una relacion desgastada con el tiempo, tanto que se notaba en sus bebidas. Ella, sin embargo, no se había animado a pedir una pinta, la seleccion de su pareja la había hecho perder coraje. Casi ni hablaban. Nos acordamos de esas parejas que uno ve en los restaurants que miran fijo el plato de comida. Ella mira el reloj, él pide la cuenta, se van. Ella lo toma del brazo y caminan (a buscar el auto, dije; hasta el metro, dijiste). Entra un señor con baston, de unos 70 también y pide una media pinta. Ahí esta, dije, el viejo que habia venido a buscar la señora (qué buscaría sino un espejo?). No, me replicaste. Ella esta bien con el del café. El tipo la quiere. Pero, por que esa señora va a estar con un tipo que pide un expresso un jueves a la noche? Le coeur a des raisones que la raison ne connais pas, contestaste, y yo asentí. Cada loco con su tema, o mejor, cada quien proyecta su propia historia. Y nos reímos...
1 comentario:
arma tu propia aventura, y todos felices!
Te amo!
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