El silencio eterno entre los duendes de los azulejos. Las lágrimas espejaban los ojos hasta que se desplomo encima de él, del que fue, porque ya era madera lustrada. A los gritos pelados, de esos que salen de las entrañas, de esos que se llevan unos gramos de dolor.
¿Cuántas noches vas a extrañar? Y nos cuentan tus ojos...
¿Hasta que la muerte nos separe? Hay recuerdos...
En la tierra el amor, ¿y en el cielo?
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