En la habitación de paso me invitaste a mimarme.
Dos, tres, cuatro veces te vi pasándote.
Un exceso de expansión de conciencia.
Me impresiona el giro de cada semana.
¿Cuántas horas eternamente diferentes tengo que vivir para darme cuenta que estoy viva?
Tu sensibilidad me agobia. De a poco me enternezco, pero prefiero no acercarme tanto y seguir mirando para otro rumbo, pues no vale la pena involucrarse. Elijo dormir en casa, en mi cama, conmigo. Harta de estar velando gente cuando duerme, y ser una sola sombra sobre los cuerpos dormidos. Me agotan las palabras repetidas en una y en otra habitación. Y contar la misma historia desde unos meses más adelante o más atrás, y las sábanas llenas de tiempo, y de amor ajeno. Que podrido es el recorrido que me toca, y eso que soy afortunada. Todos los premios de inconsciencia los guardo en la repisa. Me desperté pensando que estaba muerta.
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