El agua rebalsa las habitaciones. La mansión del monopolio de mi alma. Un sonajero me retumba en los oídos. Sólo sos magia en el ambiente, un viento cálido que abraza cuando tiemblo. Y el agua que refresca, desestructura, hace que las cosas perdidas floten para tomar el rumbo donde corresponden. Sin desconfiar, me dejó salir a la superficie, sin botas, ni piloto. Con el rostro fruncido como me es usual, con las marcas que me quitan la juventud que en edad merezco, pero que ya supe dejar en el perchero con unos patines rotos y el control remoto que nunca quise usar.
(Jugar a hablar con mi hija que me dice que su madre con sus mañas es la mujer pasional que desea ser, es la manera de incorporar a mi vida- sin dejar a cacho- lo esencial del objetivo.)
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