-Es que nadie tiene la culpa que no soportes tu soledad... tres días encerrada y ahora se te ocurre venir a decirme que necesitas aire, que queres salir, que me queres ver a mi...- le dijo él casi enojado, aunque claramente no se enoja nunca.
Ella mira el suelo, como una niña escuchando los retos de su padre.
-Creciste Cata, crecimos, admitilo, no tenemos 19 años, ya no más... Yo se que sigo siendo un pendejo y que cada vez que nos separamos me arrastro para que vuelvas conmigo, pero creo que necesito una persona que me acompañe a crecer no que me enriede en sus pendejadas.- Teo termina la frase armando un cigarrillo.
-Claro, es fácil tirarme el bardo de la pendejada a mi, vos que cuando volvemos te vas de joda tres días y desapareces atrás de cualquier mina con olor a pendeja... Pero yo tengo la culpa de todo, yo porque acepto volver con vos que me convences con tus idea tontas de que somos el uno para el otro...- Cata despedaza un folleto que le dieron en la calle.
En la radio suena Illya Kuriaky.
-Siempre lo mismo, ahora te vas a ir enojada, te vas a drogar en una fiesta de algunos amigos tuyos, te vas a querer garchar a todos los tipos que te lo propongan, pero yo voy a salir corriendo tras un llamado perdido tuyo, te voy a buscar por todos los antros de Buenos Aires, te voy a encontrar deshecha pero hermosa, te voy a besar, vamos a dormir juntos y mañana vamos a decir que somos perfectos.- dice Teo contando la eterna historia sin fin de su relación.
-Y si lo sabes, porque no lo omitimos, porque no me miras ahora y en vez de decirme pendeja, me decís que te parezco hermosa, y nos besamos, y nos tomamos una copa de vino, y nos besamos, y en vez de dormir juntos deshechos, hacemos el amor, y buscamos la manera de cambiar esto un poco...- se pregunta Cata en voz alta.
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