miércoles, 27 de mayo de 2009

Mi lamparita ya no funciona. De noche todo está oscuro, porque se quemó mi lamparita. Me pone un poco triste porque ya no puedo leer, o mirar fotos viejas antes de dormir. Pero el otro día descubrí algo que me hizo feliz, dentro de mi lamparita está creciendo una planta. Apenas muy pequeña, y verde. Pensaba yo tirar la lamparita, pero ahora es aún más importante que antes, ahora tiene vida.  

martes, 26 de mayo de 2009

la sensación de estar en el peor lugar...

de repente un escalofrío... toda la noche dando vueltas, no me aguanto la cama. 
La cabeza me estalla, y el miedo de algo que no se qué es. 
Recuerdo que no se deben proyectar las dudas en ningún asunto. 
Pues se puede lograr todo lo que no se quiere.
Mejor irme a dormir con el dolor en el estómago, en el hígado y en la cabeza...
sin desparramarlo más. 

luna nueva

destilaba olor a casa de campo.

no se podia emborrachar, estaba ajeno



de la mano de un temblor, trato de darle un abrazo. si pudiera entender cuanto habia imaginado.

un sufrir ahogado en llanto



de la cabeza


el jinete se escapo.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Lo acompañó a la habitación, esa en la que dormían sus padres años atrás. El padre había muerto hacía ya quince años, y la madre hacia siete. Su hermano mayor se había ido a vivir con su mujer, cuando quedó embarazada, y la criatura, Helena ya tiene 21 años. Era un auténtico solterón de cuarenta y tres años, solo, en una casa, enorme, con olor a polvo y a viejo. Entre ambos hermanos tomaron cada prenda que ocupaba ese perchero que va de pared a pared.  Sacaron todo, y en el fondo de la casa, al fondo, donde quedaban algunas porquerías, prendieron fuego y convirtieron ceniza todo lo que hacía olor, y no traía recuerdo bueno alguno.

lunes, 18 de mayo de 2009

hace frío a la mañana y yo escribo pavadas

¨La mujer Tauro

Afuera, la escarcha- la nieve cegadora,
la furia sombría de la tormenta de viento -,
adentro, el rojizo resplandor del fuego
y los niños en su nido de alegría.¨
Linda Goodman
-Me quedé con la intriga!- me dijo cuando se estaba yendo... a lo que ni respondí. Había comenzado a leer como reconocer un tauro en el libro de los signos, pero se le hacía tarde para llegar al teatro, debía estar antes de la función, para maquillarse. 
Le abrí por el portero, y me quedé sentada en el sillón mirando por la ventana, sin saber realmente si había algo, del otro lado. Me llamó por teléfono Javier, me invitó a cenar por un tema importantísimo de trabajo. Fingí estar enferma, tenía miedo de terminar cometiendo cualquier error. Salir en la tapa de un diario por homicidio. Me parecía gracioso, pero sólo para un personaje de la ficción, no para mi vida, que venía en picada, sin ganas de invertir la dirección. Colgué el teléfono. Abrí la ducha. Vestida como estaba me metí bajo el agua fría. Nunca antes tuve tan claro todo, el frío me declaraba los instantes que me impedían seguir. Una fuerza interna, me obligo a sentarme en la bañera. Lloré por horas, al punto que amaneció, y el agua salía de a gotas. Un vecino me golpeaba la puerta, preguntándome si estaba bien, y escuchaba que llamarían a la policía, o a mi madre. Que comparación tan ingrata, aunque en el algún momento de mi adolescencia habré creído que mi madre se asemejaba a un policía. Pude salir, nadie llamó a la policía, y ese día empecé a trabajar en otro lado, conocí a Marcos, que lo mire porque se llamaba igual que me padre fallecido. Mi vida aunque no lo sugerí yo, cambio de dirección. Todo esto era para explicar porque en verano, en invierno o en media estación me baño con agua fría, porque veo todo más claro.

viernes, 15 de mayo de 2009

Eran altos. Ya no eran adolescentes que creían en la revolución que escuchaban en las letras de las canciones. Eran adultos, que habían sido parte de esas letras, que las habían construido, o mejor que habían sido la inspiración. Eran avanzados, delgados, un tanto delirantes, apasionados. Y aunque todos digan que eran muy buenos, que seguramente así era, también eran hombres. No estereotipemos a nuestros desparecidos, recordémoslos como seres humanos sensibles, capaces de apostarlo todo, pero humanos. Y cuando digo altos, delgados inteligentes, es la vista que me hago de la valentía, no del heroísmo, sin intención de hablar de ninguno, mejor de todos. La historia no es una, son muchas, pero nuestras.

lunes, 11 de mayo de 2009

los calientes

Salíamos de la escuela. Íbamos a comprar alguna cosita para la noche (interpretá como quieras, dependía de la noche). Perdíamos el tiempo, todos los viernes lo mismo. "Cómanse a besos esta noche". Lo escuchábamos una y otra vez en un cassette grabado por un amigo que tenía el cd nuevito con la gráfica de los cactus. Esa noche nos la pasamos andando en taxi, entramos tres veces al boliche, no pagamos ninguna, una vez por ser mujeres y entrar temprano. La segunda por chamuyar al patova. La tercera ya como a las cinco de la mañana, una amiga que trabajaba ahí nos hizo pasar. Cada vez que salimos era por algún pibín que estaba tirado en algún lado y había que rescatar. Frente  a la puerta de entrada del complejo, había colgado un pasacalles, decía: Dejá la droga. Siempre que lo veía (a veces ni lo veía) pensaba que paradoja, todos salían reventados de ahí. Era como la cuna de oro, en ese sentido, y hacía años de eso ya. Esa misma noche de tantas vueltas recolectamos unos cuantos amigos en estados varios. Pero cuando ya en la puerta por cuarta vez, siete de la mañana, había un trébol de cuatro hojas (de plástico, era un colgante de plástico) tirado en la puerta del boliche, lo levante por las dudas, a ver si después me faltaba suerte. Y como otras madrugadas nos volvimos caminando con un grupo grande de gente amiga, o no tanto. Venía atrás de todo con él. Charlábamos, desde hacía un año teníamos una relación de amor-odio. Era lo que recuerdo el más tranquilo de todos. Cruz. Pero los pibes no eran tranquilos. Encontraron unas botellas vacías en el canasto de la puerta de una casa, y no tuvieron idea mejor que romperlas en medio de la calle, y gritar, como locos. Empezaron a aparecer vecinos por las ventanas, y todos se apuraban para desaparecer. Pero él y yo veníamos atrás de todo, ni enterados de lo que pasaba. Era una de las pocas noches que no discutimos ni una vez. Abrazados caminábamos tranquilos hasta que un señor en calzoncillo con una camisa abierta, un teléfono inálambrico en la oreja, una escoba y una pala en cada mano, nos grita y se nos para en frente. Comienza a patotear a Cruz, y a decirnos que la policía estaba viniendo. Teníamos que hacernos cargo de levantar los vidrios de las no se cuantas botellas, y barrer todas las porquerías que habían tirado los pibes de unas bolsas de basura que habían pateado. ¨Dale pibita, decile a tu novio que levante todo¨, me decía el señor de los calzones rojo y blancos a rayas y una camisa celeste abierta. Y como mujer valiente, le saque la escoba y la pala a ese vecino semi desnudo, y fui a barrer, pero nunca lo hice claro. Cruz me saco las cosas de la mano, en el ínterin llamó a los pibes para que se hicieran cargo, y se puso a barrer, antes me dio un beso muy dulce, las gracias y me pidió me fuese rápido a casa, por si llegaba la policía.

lunes, 4 de mayo de 2009

amarillo

Difícil dormir lejos tuyo en el otoño. Las caras que dibujo me miran, y yo me oculto con la misma mano, que las hizo existir. Que difícil es dormir en tu cama cuando te giras para el otro lado, y hace frío, y no me das los mimos que me duermen. Las hojas del paisaje que dibujo se mueven como si mi respiración fuese el viento que las agita. Que difícil no extrañarte entre tarde y tarde. Las palabras de amigos que se marchitan en otoño como el árbol de mi vereda. Me da pena.