lunes, 11 de mayo de 2009

los calientes

Salíamos de la escuela. Íbamos a comprar alguna cosita para la noche (interpretá como quieras, dependía de la noche). Perdíamos el tiempo, todos los viernes lo mismo. "Cómanse a besos esta noche". Lo escuchábamos una y otra vez en un cassette grabado por un amigo que tenía el cd nuevito con la gráfica de los cactus. Esa noche nos la pasamos andando en taxi, entramos tres veces al boliche, no pagamos ninguna, una vez por ser mujeres y entrar temprano. La segunda por chamuyar al patova. La tercera ya como a las cinco de la mañana, una amiga que trabajaba ahí nos hizo pasar. Cada vez que salimos era por algún pibín que estaba tirado en algún lado y había que rescatar. Frente  a la puerta de entrada del complejo, había colgado un pasacalles, decía: Dejá la droga. Siempre que lo veía (a veces ni lo veía) pensaba que paradoja, todos salían reventados de ahí. Era como la cuna de oro, en ese sentido, y hacía años de eso ya. Esa misma noche de tantas vueltas recolectamos unos cuantos amigos en estados varios. Pero cuando ya en la puerta por cuarta vez, siete de la mañana, había un trébol de cuatro hojas (de plástico, era un colgante de plástico) tirado en la puerta del boliche, lo levante por las dudas, a ver si después me faltaba suerte. Y como otras madrugadas nos volvimos caminando con un grupo grande de gente amiga, o no tanto. Venía atrás de todo con él. Charlábamos, desde hacía un año teníamos una relación de amor-odio. Era lo que recuerdo el más tranquilo de todos. Cruz. Pero los pibes no eran tranquilos. Encontraron unas botellas vacías en el canasto de la puerta de una casa, y no tuvieron idea mejor que romperlas en medio de la calle, y gritar, como locos. Empezaron a aparecer vecinos por las ventanas, y todos se apuraban para desaparecer. Pero él y yo veníamos atrás de todo, ni enterados de lo que pasaba. Era una de las pocas noches que no discutimos ni una vez. Abrazados caminábamos tranquilos hasta que un señor en calzoncillo con una camisa abierta, un teléfono inálambrico en la oreja, una escoba y una pala en cada mano, nos grita y se nos para en frente. Comienza a patotear a Cruz, y a decirnos que la policía estaba viniendo. Teníamos que hacernos cargo de levantar los vidrios de las no se cuantas botellas, y barrer todas las porquerías que habían tirado los pibes de unas bolsas de basura que habían pateado. ¨Dale pibita, decile a tu novio que levante todo¨, me decía el señor de los calzones rojo y blancos a rayas y una camisa celeste abierta. Y como mujer valiente, le saque la escoba y la pala a ese vecino semi desnudo, y fui a barrer, pero nunca lo hice claro. Cruz me saco las cosas de la mano, en el ínterin llamó a los pibes para que se hicieran cargo, y se puso a barrer, antes me dio un beso muy dulce, las gracias y me pidió me fuese rápido a casa, por si llegaba la policía.

2 comentarios:

ester dijo...

.dulce hastio.

Vic dijo...

"no es mi novio señor"