Eran altos. Ya no eran adolescentes que creían en la revolución que escuchaban en las letras de las canciones. Eran adultos, que habían sido parte de esas letras, que las habían construido, o mejor que habían sido la inspiración. Eran avanzados, delgados, un tanto delirantes, apasionados. Y aunque todos digan que eran muy buenos, que seguramente así era, también eran hombres. No estereotipemos a nuestros desparecidos, recordémoslos como seres humanos sensibles, capaces de apostarlo todo, pero humanos. Y cuando digo altos, delgados inteligentes, es la vista que me hago de la valentía, no del heroísmo, sin intención de hablar de ninguno, mejor de todos. La historia no es una, son muchas, pero nuestras.
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