Lo acompañó a la habitación, esa en la que dormían sus padres años atrás. El padre había muerto hacía ya quince años, y la madre hacia siete. Su hermano mayor se había ido a vivir con su mujer, cuando quedó embarazada, y la criatura, Helena ya tiene 21 años. Era un auténtico solterón de cuarenta y tres años, solo, en una casa, enorme, con olor a polvo y a viejo. Entre ambos hermanos tomaron cada prenda que ocupaba ese perchero que va de pared a pared. Sacaron todo, y en el fondo de la casa, al fondo, donde quedaban algunas porquerías, prendieron fuego y convirtieron ceniza todo lo que hacía olor, y no traía recuerdo bueno alguno.
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