martes, 21 de abril de 2009

Nos sentamos a la mesa. Yo ya tenia 51 años. Mi hija de 23 años había organizado una cena, para que su padre y yo conozcamos a sus suegros. A mi marido lo conocí en el año ochenta y cuatro cuando retome mis estudios universitarios. Al poco tiempo nos casamos y tuvimos a Cecilia. Llegamos a la casa de mis suegros una casa en el palomar, bajita de las de antes, cerca de la base área que aún se conserva. Nos recibió mi hija con Marcos, su novio, muy atento y notablemente enamorado de ella. Pasamos al living donde nos atendió la madre de Marcos, Clarita una mujer pequeña, y sencilla, que llevaba un delantal de cocina. Nos hizo pasar al comedor, donde la mesa ya estaba puesta. Nos sentamos a la mesa, cuando entró el padre de Marcos, que no llegue a verlo pero le la voz, grave y la seriedad en el tono. se acerco a darme la mano,aun seguía yo con la mirada baja, cuando reconocí ese perfume. Los nervios entraron a movilizar mi cuerpo. Mi corazón se salía de mi pecho. No resistí y sin explicaciones salí corriendo de la casa de Marcos. Camine más de 3 horas. No se si me buscaron, no recuerdo bien como volví luego a mi casa. Recordaba esa voz, como si la hubiese escuchado ayer y se hubiese grabado en mi memoria, apenas recordaba su cara, casi que nunca lo había visto. Pero el suegro de mi hija había sido mi torturador en el año 1979, en la mansión Seré en el municipio de Morón, donde me detuvieron por comprar libros universitarios, en una tienda clandestina.

2 comentarios:

ester dijo...

sin palabras martina,



sigo, adorandote.

Matías Orta dijo...

Tremendo. Me gusta el ritmo.
No me puedo contener: te mando un link a algunos cuentos míos que publiqué en mi blog:
http://elblogdemichifus.blogspot.com/search/label/Cuento

Espero tus comentarios.

M