La verdad es que he podido resolver muy bien tu distancia. No he tenido fobias o la necesidad del encierro, no he subido de peso ni he intentando ningún tipo de suicidio. Por el contrario, pensé, escuché, leí, miré, crecí, sí crecí tanto que casi no cabe en mi la idea de quien era cuando te conocí. A quién se le ocurre que un ultraderechista podía enamorarse de una gitana. Quizás en algún celuloide, alguien haya relatado esa historia. Pero no había manera de que se sucediese entre nosotros. Bajo el pañuelo, río, canto, bailo, me despierto feliz. Lo único que no pude dejar de vos, es leer tus palabras alguna mañana de fin de mes, cómo si estuviese atenta a tu redacción mensual, casi como si me llegase el diario a la puerta y estuviese tu texto ahí para que lo lea. Sonrío cuando te leo, pienso en enviarte palabras, pero me las guardo, no tienen razón de ser conocidas, me complazco con tus relatos, todo fue así para llegar a donde llegamos.
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