sábado, 2 de julio de 2011

Coproducción con Celé

Después de que se fue del país, ya no tenía excusas para seguir con los caprichos. Ya no era la gente, ya no era el karma de esa ciudad de mierda. No podía seguir echando culpas. Hacerse cargo, le decían todos. Pero poco a serio se lo tomo. Hasta que se encontró sola en el culo del mundo. Frente al mapa eligió la mayor distancia posible. Y ahí encaro, sola, buscando. Nómade, que busca otro lugar, como si el cambio vieniese del exterior. Y un bar, y un hostel, y una posada, y el costado del camino. Desprendiéndose, poco a poco empezó a quitarse la piel. No había ya disfraz que probarse. Era el cuero lo quedaba pegado a la carne, roja. Un siete de espadas y tres copas de vino. Vino y se fue. Como quien va. Como quien no busca, como quien encuentra. Quizás como Horacio, quizás como la Maga, pero sin ser literatura. Porque la vida de uno no es película, no es la vida de un gato, ni es un programa de radio. Es un poco de todo... y/o peor. Ahí donde quedan los huesos, donde están las cenizas, donde la sangre brota, ahí donde sos vos físico, con vos, mental, ahí donde encontras tu identidad, donde no importa ya tu historia porque más ella de esa que no sepas, sos eso. Ahí donde no tenes problemas, donde dejás de buscarlos, porque tenés dolor. Porque no tenes apetito, tenés hambre... porque no te falta pero no te sobra. Ahí viste la luz. Ahí vio la luz. Pero no esa blanca que encuentran almas puras, sino la luz negra esa a la que le huiste, la luz mala, con olor a triste. Ahí donde te están esperando todos, sin saber que estás... qué sos, ahí donde las horas no son chicle son eternas. Ahí donde los gritos piden que no te alejes, ahí está la oscuridad. Lo oscuro de vos, que siempre te dio miedo. En ese instante, en ese espacio de vacío, valoras la luz que tenías, tu potencia, tu nivel, tu sonrisa, y la de él.

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