domingo, 6 de enero de 2008

Me pisé por que sí

Te digo lo que quiero y no quiero pensar más.
Ya está, no hay que medirse más, un discurso mentiroso bien político, actitud down.
Un extremo u el otro, escupir o tragar.
¿Quién te dijo alguna vez qué coño era lo diplomático?
Alguien te mostró que quedaba feo, y lo asimilaste.
Sí, lo hiciste, te viste tan horrible que no podías dejar de pensar lo feo que era.
Tantas caras arruinadas me dan dolor de estómago, un aro en la lengua que no quiero, me desviste y me obliga a jugar otra vez.
Las palabras violan mi cabeza, y necesito estructurar lo inexacto.
¿Todavía insinuas que hay valores?
Inútil desmembrarme. No lo quiero desnudar, pero me emborracho de proyecciones, me dejo llevar por el viento norte que ya supe alguna vez hacia tan mal. No tengo quince, no tengo dieciocho. Por el solo placer de no sentir la verdad, los años no me alcanzan, la experiencia me parte el cráneo al medio, siento como vuelo tan alto, y caigo tan fuerte, y en la caída veo gente que no quiere caer más. Tengo mi hermana que me confía que es lo menos. No la puedo dejar sola si yo no soy más que cero.
¿Si mi mamá me ama, porqué mierda me dejó crecer acá?
Ni las drogas, ni el rock, ni el dinero, ni el amor. Que manga de egoístas reventados tratando de superar a los hombres pasados, por un lugar más cerca de San Pedro. Que tortura saber que vamos para el otro lado. No es sarcasmo no es bronca, son las pocas ganas de volverme a levantar con los palazos en el bocho, y moretones en los brazos, dientes marcados, y el auto chocado.
Las chicas están bien, se emborrachan, se consumen sólo porque es triste saber que del polvo venimos y al polvo vamos. Cuanto más rápido mejor.

2 comentarios:

rosaura dijo...

"Y entonces precisamente comprendí que había hecho el ridículo cuando me comprometí con ustedes a hacer, llegado mi turno, un encomio a Eros en su compañía y afirmé que era un experto en las cosas del amor, sin saber de hecho nada del asunto, o sea, cómo se debe hacer un encomio cualquiera. Llevado por mi ingenuidad, creía, en efecto, que se debía decir la verdad sobre cada aspecto del objeto encomiado y que esto debía constituir la base, pero que luego deberíamos seleccionar de estos mismos aspectos las cosas más hermosas y presentarlas de la manera más atractiva posible. Ciertamente me hacía grandes ilusiones de que iba a hablar bien, como si supiera la verdad de cómo hacer cualquier elogio. Pero, según parece, no era éste el método correcto de elogiar cualquier cosa, sino que, más bien, consiste en atribuir al objeto elogiado el mayor número posible de cualidades y las más bellas, sean o no así realmente; y si eran falsas, no importaba nada."

rosaura dijo...

hace tanto que es lo mismo...