Cuando te levantaste esa noche pensé que nunca iba a volver a ver. Saliste por la puerta de la cocina en dirección al patio. Llevabas unos vaqueros rotos que solo a vos te sientan bien. No giraste para verme llorar a través de la ventana. Simplemente te detuviste unos segundos en los que yo creí saber que estabas dudando (o más bien lo deseaba). Yo todavía tenía mi vaso de whisky en una mano, y el tuyo en la mesa.
Lloré los tres dias que siguieron, en soledad. Te hice el bolso con las cosas que te quedaban dando vueltas por la casa. Y adentro puse mi corazon, para que te lo llevaras con vos. Yo no lo necesito más, al menos por ahora.