un escudo de acero para no recibir golpes que te tiren al suelo,
un software descargado de internet para descomprimir,
las horas pasan entre transformación de archivos y llamados desentendidos...
un cuarto desolado, los deseos de hacer el amor.
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Lo llamó, casi llorando para saber si se podían juntar a tomar un café. Esa era la excusa que tenía, pero él no atendió, ninguna de las tres llamadas. Cata largó el llanto. Las horas de avión desde Canadá, y el período pre- menstrual la tenían a mal traer. Ni ganas de trabajar, ni amigas que la contengan, ni el calor que la pone de buen humor, porque el invierno sólo trae gripes y ropa de abrigo en tonos oscuros, que odia, salvo por las botas...
4 am en un bar palermitano frente a un whisky con hielo. Theo no deja de mirar el reloj. Consulta cada minuto que pasa, como si saludara los días desde su asiento mirando el pasar de las horas. Nunca recibió ninguna llamada de Cata, ya no tiene el mismo número de teléfono. Tampoco sabe que Cata está en Buenos Aires. La extraña. Pero hay cosas que con el tiempo no se dicen.
El amor que llega un día y que no se va...
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