Miro hacia ese punto fijo en el que confluyen la sabiduría de la santa espera y la emoción de la desesperanza. Viajo al vacio. Proclamo un conocimiento acabado de todo mi ser, desgastándome en el personaje, compartiendo todo lo que nunca quisimos ser, pero que avalábamos y justificábamos a cada momento, como partidarios de alguna sociología inédita. La duda se basa en lo innombrable, lo inacabado, la magia, la condena, la ilusión. Un colchón viejo en el medio de la habitación. Una alfombra muy cara y tu experiencia sobre la mía.
A lo lejos siento que venís por ese pasillo repleto de carteles, figuras, nimiedades y gente asquerosa –solo por tomar partido-.
Si, lo novelesco hace que mi mirada sea distinta. Todas las palabras que juntas forman mi todo. Absorta en mi pensamiento, en la conversación pasillesca de todos nuestros anhelos y frustraciones, de mi alter ego y tu luz al final del camino. Y ahí, llena de nada, me deshago de lo obtuso y no. Plasmo mi psicopatología en una hoja de nuestro poder perjudicial. Toda doctrina me queda chica, mientras mi cerebelo hace trizas mi equilibrio, y mi inmadurez emocional me guarda siempre ese lugar seguro. Allí, en medio de las columnas incontables pasan los días de mi juventud.
Requiero una técnica, un método. Un objeto comparable y cuantificable. Mi amor polifacético se derrama, caigo de nuevo en la encrucijada. Hablo para un actor, presente, pasado o futuro. Un actor ficto. Mi propio yo desde otro lado. Pero ahora no. Cierro la puerta del Aula Magna y practico mi oratoria. Con un final feliz claro en el horizonte, brota el mal humor, y la vida tiene que ser algo más que esto. Estoy a punto de zambullirme, otra vez, en lo inconcluso. Lejos de mi humus, salgo volando, como una sombrilla, sin importar lo que me lleve por delante.
Estado anacrónico de ese sinfín de números dados vuelta, que no hacen más que repetir que se tendrá presente y se hará saber. Exfluyo, salgo, me vuelco por todos lados. El elixir ya no tiene gusto a nada… otro agosto ha venido. El traje de Mi-misterio Público abunda mientras la gente cae al costado y unos pocos serán salvados. Busco bien en el fondo de mi bolso, verde y fuxia, o todas sus gamas posibles que no puedo distinguir. Algo se agota. Algo que no quiero revelar, porque es por vos y por mi que mejor lo escondo, que más da.
Existe si puede ser nombrado. Y con un grito desgarrador me olvido de mi nombre. El ave rompe el cascarón. Las hormigas entran y acaban con mis migajas. No quiero tu llanto ni tu perdón. Nos supimos cerca, tan cerca, y luego lejos. Nos ahogamos rotos, y nos colorearon desde afuera. Ya no hay consenso en este barrio, ahora todo es crítica pura. Si no me crees, mirame.
A lo lejos siento que venís por ese pasillo repleto de carteles, figuras, nimiedades y gente asquerosa –solo por tomar partido-.
Si, lo novelesco hace que mi mirada sea distinta. Todas las palabras que juntas forman mi todo. Absorta en mi pensamiento, en la conversación pasillesca de todos nuestros anhelos y frustraciones, de mi alter ego y tu luz al final del camino. Y ahí, llena de nada, me deshago de lo obtuso y no. Plasmo mi psicopatología en una hoja de nuestro poder perjudicial. Toda doctrina me queda chica, mientras mi cerebelo hace trizas mi equilibrio, y mi inmadurez emocional me guarda siempre ese lugar seguro. Allí, en medio de las columnas incontables pasan los días de mi juventud.
Requiero una técnica, un método. Un objeto comparable y cuantificable. Mi amor polifacético se derrama, caigo de nuevo en la encrucijada. Hablo para un actor, presente, pasado o futuro. Un actor ficto. Mi propio yo desde otro lado. Pero ahora no. Cierro la puerta del Aula Magna y practico mi oratoria. Con un final feliz claro en el horizonte, brota el mal humor, y la vida tiene que ser algo más que esto. Estoy a punto de zambullirme, otra vez, en lo inconcluso. Lejos de mi humus, salgo volando, como una sombrilla, sin importar lo que me lleve por delante.
Estado anacrónico de ese sinfín de números dados vuelta, que no hacen más que repetir que se tendrá presente y se hará saber. Exfluyo, salgo, me vuelco por todos lados. El elixir ya no tiene gusto a nada… otro agosto ha venido. El traje de Mi-misterio Público abunda mientras la gente cae al costado y unos pocos serán salvados. Busco bien en el fondo de mi bolso, verde y fuxia, o todas sus gamas posibles que no puedo distinguir. Algo se agota. Algo que no quiero revelar, porque es por vos y por mi que mejor lo escondo, que más da.
Existe si puede ser nombrado. Y con un grito desgarrador me olvido de mi nombre. El ave rompe el cascarón. Las hormigas entran y acaban con mis migajas. No quiero tu llanto ni tu perdón. Nos supimos cerca, tan cerca, y luego lejos. Nos ahogamos rotos, y nos colorearon desde afuera. Ya no hay consenso en este barrio, ahora todo es crítica pura. Si no me crees, mirame.
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