Tomo distancia.
El kiosco de Av. de Mayo y la continuación de Alvarado -que no se como llamarla sino desierto gris, gris no por mezcla, ni por oscuro, ni por triste, ni por tanto humo- sabe darme lo que necesito: un respiro, un refresco.
Desde ahí, desde esas sillas pegoteadas y transpiradas por el dueño que se sienta a esperar que el calor acerque a un par de caminantes -que no es más que gente que camina pero qué es esa gente que camina sino caminantes o transeúntes (palabra que queda tan mal) - por algún chicle, tabaco o lo que sea que se consiga en esos lugares, veo cruzando la calle una lavandería, con un nombre particularmente colombiano, brasilero o francès (sal a gusto): Le cafù.
Y como no se me ocurre nada mejor que tomar distancia, lo único que puedo ver es lo que no me interesa normalmente.
Una lavandería.
Con gente que lava, con perfume, con mareo de ir y venir de ropa (interior) o en el (interior) de los lava-ropas.
Es claro, que si intento tomar distancia llego a lo más lejano de mi y a lo mas cercano de mi, que es lo mismo... y que gracias a eso no me derrito en el calor de mi barrio en pleno enero.
1 comentario:
manteniendo la distancia (que yo también tomo), brindo por eso.
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