Ella tiene una manera de reaccionar que no tiene nada que envidiarle al mundo. Esta parada junto a la ventana. Tiene el pelo corto, muy corto y usa lentes. Mira hacia la calle, esperando. Lleva una hora peleándole a un gato que la mira fijo. Pero ella no lo mira, no lo ve, y sin embargo cree que lo entiende. Busca que se enoje, y se vaya, y sin embargo solo logra su propio fastidio. Sus ojos color miel se pierden en el ventanal, advirtiendo la llegada de la luz mucho antes que del sonido. Alguien pronuncia su nombre al final del pasillo. Llega corriendo. Y mientras tanto, grita. Grita su nombre. Teme. Pero ese nombre ya no suena como antes. Ahora su nombre suena con más luminosidad, casi transparente, como los ojos del gato que la sigue mirando, desafiante. Lucía, por favor. Por favor. Por favor. Los ojos de Lucía dan una vuelta, como escapando... y de su boca surge una especie de flema blanca. Lucia ya no escucha, no mira, y no entiende. Me dijeron que no tenía ninguna buena razón para hacerlo. Y quien si, pensé yo. / Ayer descubri que hay algo que se llama trastorno distímico. Que Dios nos guarde, diría la santa madre de mi madre. -(pero bajo llave?). -
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