“No estoy triste, es solo que tengo un poco de frio acá afuera...”, te dije cuando me agarraste la mano para repetirme hasta el cansancio que ahí estabas.
"Dame calor"; como siempre.
Como cuando me sacaste de ese rancho de mala muerte que era mi casa; como cuando te perdí en esa taberna y saliste peleándote con todo el mundo, gritándole a la gente que no entendía lo que es estar en nuestra situación. "Dame un poco de vino, también, si quedó algo en esa caja".
Y si todavía no te quedaste dormido, hay algo que te quiero decir.
Acá estamos los dos, de nuevo, devolviéndole a la vida lo único que no nos pudo quitar. Y aunque yo sepa, viejo, que este no es el lugar donde soñaste que íbamos a estar a nuestra edad, yo estoy segura de que si volvemos a empezar, yo, te elegiría otra vez de vuelta.
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