Me esperabas sentado en el mismo lugar de siempre un jueves más, rotabamos de mesa por cábala, de paso cambiaba la perspectiva de los viejos que tomaban whisky. El habano se sentía casi en el estómago, me irritaba los primeros minutos hasta que después me daba ganas de probar, pero me contenía. Nunca me dijiste nada de la diferencia de edad, pero reconocía en tu cara cuando alguien nos miraba mucho que te afectaba. Y ahora... no me lo creo, me vengo a enterar por un diario que te están velando, que los años que las sustancias que te hacían intelectualizar te terminaron matando.
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