sábado, 1 de diciembre de 2007

carta para aquel

Querido,
La sumisión esta realizada y no hay ganas de volver atrás. Las cosas que ya sucedieron son historia cerrada, pero la espina de lo inconcluso arde, clarísimo que es así; ¡tranquilo, para mi! Pero el diablo mete la cola en cada lugar en el que me siento segura, y tengo presente esta vez que no dejo de ser yo para vos, aunque no me reconozcas nada. Percibo el aire del lugar que ocupo. No pretendo que me digas, ni pretendo volver a decir. Entiendo como es eso de querer soltar la cuerda y tener miedo a la distancia, a la desatención. Ayer soñé que nos reímos de mi, y me decías que suerte que me había dado cuenta, que no era como pensaba, que se me iba a pasar rápido. ¿Iluso? No, te querías convencer de lo que no veías; yo me reía diciéndote que nunca me había dado cuenta de nada, pero qué razón puede tener seguir pensándolo. Mirábamos como una casa de fuegos artificiales que inauguraba un local lo explotaba todo. Despliegues de bailarines y disfraces, naranjas y amarillos y risas y otros amigos. La presencia y las miradas, como si fuésemos de quince, con un cansancio acumulado que me da ganas de huir a otro planeta. La libertad de la inocencia, y la marca de lo que nunca va a ser, aunque se quiera. ¿Alguna vez alguien ocupará mi lugar, alguna vez alguien ocupara el tuyo? Probablemente... si... probablemente. Nadie es imprescindible.
Gracias, deseo el cielo más azul y estrellado para vos, y él sol de alguna otra galaxia para mi.
Con todo el cariño que te tengo,
Aquella que nunca fue.

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