Lamentaste haber cruzado la puerta... haberme dicho que ya no ibas a volver, que yo no lo merecía.
Desde luego que lloré. Lloré sabiendo lo que me esperaba.
Soledad y dolor, angustia, llanto.
No por lo que fuimos, sino más bien por lo que podríamos haber sido el uno junto al otro.
Casi sin buscarte durante años creí que la vida no era más que eso, lo que se daba y se dejaba en los otros, como ir vaciándose de a poco... como ir perdiendo la fe en lo que nos une con la gente.. ir ganando confianza en las novelas, que no fingen ser verdad como algunas mujeres que corren bailando como si nada les faltara en su cocina.
Me contaste que esa vez que salimos por primera vez, no dejaste que yo te enamorara. Tenías miedo de encontrar en mi eso que andabas buscando, como si yo pudiera hacerte algún daño... como si por saber que algo más profundo se reflejaba en nuestras miradas eso te iba a atar te anularía... como alguna vez te había pasado.
En cambio, dejaste que camináramos en silencio, en el frío de una noche prematura, pidiéndole a tu señor que hiciera su voluntad.
Lamento haberte dejado cruzar esa puerta. Si hay algo que aprendí con vos es a no respetar tus caprichos. Así como la vida real, ellos no tienen nada de verdad sino compromiso, imagen, qué dirán. Testaruda como vos sola, te fuiste... no te dejaste llevar. Hay tanto que me quedo por decirte...Eso de que las novelas son mejores que la vida misma... sabelo que esta por verse.
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