Como si poco a poco, empezara a entender algunas cosas. Pequeñas. Como fichitas de algún juego de mesa que se van acomodando pasito a pasito.
Como si mi cara, la que intenté verme hace ocho meses en el espejo, hubiese estado fragmentada, y desdibujada, o hubiese sido un rostro de algún cuadro de Picasso. Pero ahora esa cara, ese rostro, toma forma original. Mis ojos, vuelven a ser mis ojos, me puedo ver en el espejo y me registro como tal, como yo. Mi boca volvió a su lugar, y tiene voz nuevamente, puedo comunicarme, expresarme, pedir, afirmar, negar. Mi nariz me permite oler los aromas de cada lugar donde me meto. Y por sobre todo, vuelvo a pensar, vuelvo a entender que aún tengo la capacidad de elegir.
Los hombres que ayer yo creía me hacían el amor, hoy descubro en sueños que sólo me violaban. Se aprovechaban de mi cara desfigurada, de mi ceguera, de mis imposibilidades. Metían su falo dentro de mi cuerpo, para sentirse un poco hombres. Que poca cosa. Hacerse hombre pasa por otro lado, y les cuesta tanto.
Cuánto tarda uno en ver, en percibir, en dar cuenta de lo que lo rodea. A veces una vida entera… abrir los ojos, y prestar atención, registrar, oler, percibir, que el pasado no sea la lectura del presente, porque solo trae fracaso de no poder volver el tiempo atrás…
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