Entre reyes de otros tiempos despierto en enero con un fresco otoñal que me incita a la meloncolía. Time out of mind le llama Dylan a su álbum número treinta, y es él a quien escucho- entre otros reyes, que me susurran al oído. Amanezco en un barrio con recuerdos de otros tiempos, con un sueño borroso que me hizo doler, porque aún se me contrae el pecho. Bajo las escaleras hacia casa, y voy desglosando esa película que se proyecto en mi inconciente. La necesidad de complacerte para recibir una mirada, todo el resto sabe que es absurdo. Pluf, despierto frente a la iglesia de flores y tras persignarme intento convencerme de que no hay amores enfermizos. Pero en cuanto lo intento veo la procesión en las escaleras de la iglesia (y aunque esté hablando de mi dios) detesto la obsesión que se nos provoca: empezando por la religiosidad. Un cuarto de pensamiento adecuado, silencio, digo mi intuición a mis adentros: cómo intente hacer con vos todo lo que necesitaba para mi, y cómo deshice todo lo que intentaste. Las obsesiones dejan marcas menos memorables que el amor.
No puedo seguir pensando que de ser madre se acaba mi carrera, o que de ser artista se acaba mi maternidad. Y no hay punto medio en esto. Hablo por mi, voy a contar la historia que desee y eso será película, voy a tener un hijo cuando mi Dios lo quiera y eso me convertirá en madre.
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