"y ya lo sabes nada es casualidad"
Salió temprano esa mañana desafiando el cansancio. Subía las escaleras del rulero sobre Libertador. El soplido del grito que no escucho, lo sintió en la nuca, por esa magia del umbral de percepción si se quiere. Todo pasa por algo, o por nada, y no hay encuentro o circunstancia que deje de tener sentido, aunque no se le logre dar nunca el correcto. Tres o cuatro palabras cruzadas, entre bocinazos, frenadas, empujones, un abrazo cálido y los saludos para los intimos. Esa noche soñó con él y todos los gatos de la calle, que uno a uno le arañaban, le mordían, le lamían, le arañaban. Cíclico, y él solo contaba los capítulos de su vida en que se habían distanciado, incluso le adelantaba lo que pasaría, por supuesto, ella no estaba incluida. Saltar seis años después es un abismo. De la ropa escolar, al maquillaje y los tacos, él más bien intacto, ella irrecuperable. Él atónito, ella preparada, él predecible, ella imposible. Por más encuentro causal, por más sueños, todo pasó para recordar que ya no eran los mismos de antes.