Se subió al auto. Después de dos horas de esperar sentada en la plaza. Se iba sin decir nada. Porque el silencio es a veces un arma más poderosa, pero aún mejor, es un escudo más seguro. No valía la pena entrar en el riesgo de emitir opinión. No había manera de salir ganando. Se descalzó. Prendió la misma radio de siempre. Se desabrocho el saco, porque adentro del auto estaba más caluroso. Y supo que el camino se venía solo. Hay momentos para cada cosa. Y allá va... Con el sol de frente
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